La era de la desconfianza
La clase
política se consolida como tercera preocupación de los ciudadanos de Baleares
por detrás del paro y los problemas económicos
Aunque hace tiempo que
la ‘fiesta’ se acabó y la música dejó de sonar, la resaca del Pacte perdura. Los meses
siguen pasando y los titulares sobre aquella ‘juerga’ no dejan de aflorar. Con
cada uno emerge un argumento más para el indignado y brota una razón para que
el de izquierdas pueda reprocharle algo al de derechas o viceversa. Con cada
revelación la credibilidad de la clase política se resquebraja un poco más. La
sociedad duda cada vez más de nuestros gobernantes: “Esté quien esté en el
poder, siempre busca sus intereses personales”, es una afirmación con la que el
71,1% de los ciudadanos de Baleares se muestran de acuerdo, según el Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Los balears
llevan años desayunando, diario en mano, con todo tipo de presuntos escándalos
que se dirimen en más de una veintena de procedimientos judiciales
concernientes a todos los colores políticos. Durante la última década, la vida
política del tranquilo archipiélago mediterráneo ha sido secuestrada por la
corrupción. Mallorca, como máximo exponente, ya no solo despunta por su
paraíso turístico sino también por su reciente pasado de desenfreno.
En el centro de cada
pillaje subyace la ya extinta Unió
Mallorquina (UM), el partido más corrupto de España, que ha pasado
de formación política a “organización criminal”, según figura en los informes
policiales. Su cúpula directiva está imputada casi al completo y aquellos que
una vez gobernaron la comunidad autónoma, ahora, salen de su privacidad en la
que se han sumergido tras el desempeño y hundimiento de su cargo público, para
desfilar frente a los juzgados entre ambientes más o menos sonoros pero,
siempre, ante la presencia de los medios .
El descrédito, su
descrédito, se sigue alimentando a base de paseíllos. Si viajamos a las
inmediaciones de la Audiencia Provincial, el día en que Jaume Matas
se enfrentaba por primera vez a juicio entre gritos, abucheos y un alud de
periodistas, se distinguen varios ciudadanos
que observan –unos más atónitos que otros– el desfile de sus ex dirigentes ante un
despliegue mediático inusual.
La gente se sorprende
con la presencia de las unidades móviles y reconocidas cadenas como Antena 3
o La Sexta. Entre los presentes, está Juan, un parado de 36 años
que ya lleva todo un año buscando empleo. Cuando se habla con él suelta su
rabia contra los “ladrones” y alude con
ira a su “receta mágica” que consiste en “echarlos a todos” porque “han
demostrado que son unos corruptos”.
Él es el ejemplo perfecto para demostrar que, tras los años de latrocinio, la sociedad ya considera a la corrupción como algo “inevitable e intrínseco a los políticos”, tal y como explica el sociólogo y director de la Fundación Gadeso, Antonio Tarabini. Un matiz que, sin embargo, poco o nada importa cuando Juan vuelve su casa, tuerce la vista sobre sus facturas pendientes y se le cae el alma al suelo. Ahora, lo que importa, es eso: llegar a fin de mes.
Él es el ejemplo perfecto para demostrar que, tras los años de latrocinio, la sociedad ya considera a la corrupción como algo “inevitable e intrínseco a los políticos”, tal y como explica el sociólogo y director de la Fundación Gadeso, Antonio Tarabini. Un matiz que, sin embargo, poco o nada importa cuando Juan vuelve su casa, tuerce la vista sobre sus facturas pendientes y se le cae el alma al suelo. Ahora, lo que importa, es eso: llegar a fin de mes.
“No se
dan salida a los problemas de las personas”
Con la llegada de la
recesión donde había resaca hay resacón. Las manifestaciones ya no solo denuncian
el ‘saqueo’ del erario público –como
hace dos años – sino los recortes, las reformas y la austeridad. O dicho de
otra forma, junto al “no hay pan para tanto chorizo” ha aflorado con fuerza el
“esto no es una crisis, es una estafa”.
El déficit de credibilidad,
como el de la desconfianza, va in
crescendo y Tarabini, tras lamentar lo “jodido” que es el asunto, asevera
que “ahora no se dan salida a los problemas de las personas lo que convierte a
la corrupción en anécdota”. La base
sobre la cual construye su tesis está en
su mano. Junto al tercer cigarrillo en media hora, las cifras de enero publicadas por Gadeso.
Datos que destapan una
nueva forma de desconfianza ya que el
tercer puesto de las preocupaciones de la sociedad Balear ya no es para la corrupción
como en 2009. En su lugar, directamente, está la clase política que se
consolida, a ojos de muchos, no solo como un colectivo corrupto, que también,
sino como uno incapaz de acabar con los otros dos grandes problemas que más
alarman. Se trata de las inestabilidades económicas y el paro que en realidad
se resumen bajo la palabra de moda: crisis.
“No queremos ser parte de las instituciones tan
enquistadas”
De esta forma, el
desencanto local ya supera el del ámbito
nacional, donde la actuación de los prohombres
suma un récord histórico al encadenar más de 17 meses consecutivos como
tercera preocupación en el 19,4% de los casos (CIS) frente al 42,7% balear. O sea, aquí el rechazo es
mayor.
Basta con salir a la
calle, entrar en un bar o en las redes sociales para captar el ambiente. Quién
no ha oído a estas alturas muestras de hartazgo en torno a las figuras públicas
y la coyuntura actual de indignados de todo pelaje que inundaron las plazas del
país. Un auténtico encuentro de desencuentros para decir “no a los políticos” y
reclamar “más poder”, sostiene la integrante del 15 M y portavoz del
grupo Comunikacció_15 M Palma, Mercedes Marian.
Ella, que cree que
incluso estaría justificada la “desobediencia civil”, precisa que no hay
motivos para confiar en los organismos públicos y por lo tanto prefiere
mantenerse al margen. “No queremos ser parte de las instituciones tan
enquistadas y corruptas”, sentencia.
La
enemistad, pues, es clara. El nuevo ‘enemigo’ para muchos es la clase política.
“Por corruptos e ineficaces” diría el ciudadano retratado en las encuestas. En
este contexto, los partidos tampoco se salvan viendo que a lo largo de 2011 han
obtenido un suspenso en toda regla al calificar con la nota más baja de todas
las instituciones: un 3,1 sobre diez.
Así,
todos se hallan a bordo del mismo barco que, a causa de la tormenta económica,
navega sin encontrar tierra mientras sus pasajeros –los ciudadanos– quieren
desembarcar lo antes posible. Pero ¿podrá la dotación tranquilizarlos? ¿Cómo
han roto los nuevos inquilinos del Consolat con la legislatura del
desenfreno para acometer la del desencanto?
“Estamos en vías de recuperar el respeto perdido”
Entre los
partidos, las opiniones se reparten – casualmente o no – según la ideología. En
declaraciones para este reportaje, el secretario general de los populares,
Miquel Ramis, manifiesta que a
pesar de deber “entonar el mea culpa por no saber conectar con la sociedad” están “en vías de
conseguir el respeto perdido a través del trabajo bien hecho y, sobre todo,
recuperando esa voluntad de servicio”. De hecho, añade que “así lo han
demostrado” las “pasadas elecciones autonómicas y generales”.
Pero, por
contra, en las antípodas de su ideología, los socialistas tienen otra visión
muy distinta. Ellos no perciben “un proceso de regeneración democrática sino de
limpieza política interna”. O en otra palabras, “no es una cuestión ética sino
de estética” porque, según argumenta el
diputado nacional del PSOE por Baleares Pablo Martín, todo era
“una estrategia interna” para “quitar del camino a determinados personajes
políticos de su propio partido que le eran incómodos dentro de la carrera de
promoción interna del partido”.
Las
conversaciones, en este punto, van por unos derroteros en los cuales surgen
dudas al estilo de ¿prevalecen los más competentes? ¿Cómo demonios funciona la
política dentro de un partido? La
respuesta es sabida por todos pero el que la expone de la forma más radical
aunque clara es el portavoz de Unión Progreso y Democracia (UPyD) en
Baleares, Juan Luis Calbarro.
“No siempre los mejores llegan a los más altos
puestos”
Éste, tras tachar a la
renovación del PP de “maquillaje”, sin pestañear, no duda en describir
con una tranquilidad pasmosa que le
“consta como le consta a todo el mundo
que los mecanismos de promoción en los partidos no tienen nada que ver
con el mérito”. Y que “si atendemos a quién hay que rendir cuentas –que no es
al ciudadano sino a la cúpula del partido– al final la conclusión es que toda
esa manera de hacer política determina un tipo de político apegado al cargo y
no al servicio”.
Suena
duro, sí, pero es una crítica que, de
acuerdo con Martín (PSOE), “se puede hacer a todas las formaciones
políticas”. Aunque, como no podía ser de
otra forma, “es muy difícil decir quién hace eso y quién no lo hace” pero “lo
que está claro es que esos ya no dicen lo que piensan sino que más bien piensan
lo que dicen para decir lo que otros quieren escuchar. Entonces ahí se produce
una perversión total del sistema”, advierte.
Hasta los
autores del libro Presunta legislatura –tras matizar y señalar que también hay
buenos políticos– aportan una dosis más de realismo. Por una parte, Gabriel
Torrens –periodista y subdirector de Cope Mallorca– asegura que “no siempre los mejores llegan a
ocupar los más altos puestos”. Mientras
que, por otra, el jefe de Informativos de IB3 TV, Juan Mestre,
detalla que “algunos que no tienen otro modus vivendi, están ahí para tener un
buen sueldo y empiezan a moverse un año antes de las elecciones para poder
repetir en las listas”. Y esos, al final, son “corderitos de los partidos”,
señala.
Frente a
estas acusaciones, con contundencia y revindicando la renovación en el seno del
Partido Popular, Ramis se encarga de desmentir la existencia de tales
personajes políticos: “En esta nueva etapa del Partido Popular en las
instituciones esa ‘figura’ no existe, se lo puedo garantizar [...] se ha
prescindido de muchísimos cargos públicos y se han congelado los sueldos de
todos los miembros del Govern, si eso no es servicio público, ya me dirá”. A lo
que apostilla: “La mayor parte de las personas que forman una lista electoral
son competentes y están plenamente capacitadas para formar parte de cualquier
gobierno”.
El PP se ve renovado -como no debía ser de otra forma- aunque tanto en
UPyD como en la oposición, PSIB-PSOE y PSM-IV-ExM,
cuestionan algunos nombramientos. Entre ellos, el de la secretaria de Estado de
Turismo, el delegado del Gobierno, la asesora y pareja del alcalde de Marratxí,
y otros cargos como los colocados a dedo en Gesma, el órgano gestor de
hospitales que acabará integrado en el IB-Salut a principios de enero de 2013 como medida de
austeridad y eficiencia.
Pero sea como fuere el relevo en las instituciones y diga lo que diga
el Govern o la oposición, los ciudadanos no perciben renovación alguna, ni por
asomo. Según explica el sociólogo, éstos padecen una asfixia económica que
provoca “medio y falsas expectativas que se quieren
solucionar a nivel individual mientras
que las instituciones se van” al traste, alerta Tarabini. “Tengo una amiga que
incluso renunciaría a ciertos derechos con tal de trabajar”, añade.
La personificación del problema es Paco Morro, un ciudadano
que ha pasado de empleado a aparcar
coches arrastrado, primero, por las drogas y, luego, por la crisis. No tiene
estudios y gana unos 200 euros al mes gracias a las monedas que percibe por
parte de una minoría. Vive en un piso hipotecado y teme que en breve tiempo
pase a formar parte de las más de 3.600 familias que en 2011, según datos del Consejo
General del Poder Judicial (CGPJ), han sido desahuciadas en Baleares, la
comunidad líder en esto de los “lanzamientos hipotecarios”, palabra técnica con
la que se define el desahucio.
El caso es que, ahora, tras estar dos veces ingresado en Proyecto
Hombre, una vez recuperado y cuando
tiene ganas de empezar una “nueva vida”, le toca lidiar con la crisis, la
miseria y con una sociedad que muchas veces le prejuzga. Él es s la otra cara
de Palma, una ciudad con cada vez más desequilibrios y más desconfianza.
“Yo del Govern no quiero saber nada. Creo que esto irá a peor. Los bancos han cerrado los grifos y además nos quitan
las casas”, deploraba.
“Ocultar en vez de informar genera desconfianza”
Su
testimonio ejemplifica, una vez más, el rechazo y desapego de aquellas personas
que están más pendientes de ingresar cobrar y pagar que de otras cuestiones. El
miedo a su futuro es cada vez mayor así como el recelo hacia las instituciones
y los que las dirigen. En el fondo, lo que reclaman, es un mejor porvenir. Para
ellos la panacea contra la desconfianza
–y que se dice fácil- es solventar la actual situación económica que, de acuerdo
con Torrens, conlleva “más exigencia” y “está jugando en favor de una
regeneración real de la vida pública y política”.
De hecho,
instigados por la crisis, desde Génova, entre muchas otras medidas como
la ya recién estrenada Ley de Estabilidad Presupuestaria, se han
prometido otras. Es el caso de la redefinición de algunas competencias del Estado –que está en
una fase tan incipiente como frágil– o la anunciada Ley de Transparencia que,
entre otros asuntos, “tipificaría como delito las infracciones más graves en la
gestión de los recursos públicos",
como explicó la vicetodo, Sáenz de Santa María. Pero para atajar
el círculo vicioso en el que se halla la economía, todas las medidas suenan a
poco.
Cuando se
habla del descrédito, las formaciones proponen otras fórmulas desde moderadas a
radicales pero que poco tienen que ver con la coyuntura económica. Los
argumentos esgrimidos por los partidos –especialmente PSOE– derivan en dos
aspectos fundamentales dirigidos a paliar el desprestigio: fomentar la
transparencia y la participación porque “ocultar en vez de informar genera
desconfianza”, sostiene Martín.
Más a la
izquierda, en Esquerra Unida rescatan “una vieja receta” vinculada con
que “haya mucha gente formando parte de asociaciones” para hacer
reivindicaciones hasta que los gobiernos no puedan “desoírlas”, detalla su
coordinador, Alejandro Aparicio.
Es el
mismo remedio que propone el sociólogo
que mantiene que “si aquí no hay reactivación de éstos” es muy
difícil porque tanto sindicatos como
patronales “no representan más que a los mismos”. Y en juego está no “degenerar
la sociedad civil”, según advierte. Algo que hasta el mismísimo Rey
defendió en su discurso de cada año, en el cual hizo un llamamiento a no “causar un grave daño” a “la vertebración de
nuestra sociedad”. Solo le faltó añadir que no todo depende de las estructuras
políticas.
Como explicó José Antonio Marina en su
análisis periodístico El discurso del Rey , hay que lograr “una
desconfianza justa, es decir, centrada solo en las personas que han provocado
esa desconfianza. Hay que evitar que se extienda como una enfermedad. [...] En
esto también somos todos iguales ante la justicia. Cada palo debe aguantar su
vela”. Aunque no haya palo que aguante a la crisis, se podría añadir. Y es que,
ésta, no solo ahonda el déficit público, que también, sino el de la
desconfianza hasta límites que aún podrían estar por traspasar.
Así las cosas, la tarea para salir de ésta
obligará a los mandatarios a “olvidarse del cafelito y de leer el
periódico”, como dijo el número dos del ministro Cristóbal Montoro. Otros, como en UPyD por ejemplo, van más allá y
consideran conveniente adelgazar y
redefinir el obeso modelo de Estado –lo que supondría, según ellos, un ahorro
de 40.000 millones– e incorporar una verdadera Ley de Transparencia para saber
dónde acaba hasta el último céntimo público.
Anatol Rohé (3º de Periodismo) Es Mascle Ros
.....se echa de menos el estilo del enemigo de las penas y amigo de buen humor.
ResponderEliminarEn primer lugar debo darte las gracias, Anónimo, porque eres el más asiduo comentarista de este humilde blog, y los comentarios se agradecen. Anatol Rohé es estudiante de periodismo y presenta un excelente trabajo de facultad, tal y como lo entregaría a un periódico y cuya labor es informar. Lo mismo hace Sofía Mejuto, aunque la chica tiene su gracia, hay que reconocerlo. El resto son artículos de opinión en su mayoría, donde resulta más fácil poner la puntilla del buen humor. Gracias de nuevo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Puede que tengas razón pero en torno a a este género hay diferencia de conceptos. Como dice el libro de estilo de El Mundo –entre otros– "este es un género cuyo nombre procede indirectamente del verbo inglés to report; es decir, informar. Sin embargo, en España esa ambigua definición, que parecería equiparar el reportaje con la información básica, ha evolucionado hacia lo que los franceses llaman grand reportage. De hecho, existe un concepto más literario y subjetivo del periodismo en Europa continental que en Norteamérica o en Gran Bretaña". Yo, en este caso, me quedo en la vertiente más informativa –con algún matiz subjetivo– que trata de reflejar y contraponer lo que dicen los entrevistados. El repor no está pensado para que encaje en la línea de este blog.
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