EL CARRIL HUMMER, YA!
Hace ahora once años, una docena de
ingenieros de una histórica factoría de Sttuttgart
se devanaban los sesos tratando de diseñar un revolucionario automóvil. Si en
sus orígenes, el mítico Ferdinand
Porsche había logrado, con el Wolkswaggen
Beatle, fabricar el coche ideal para el pueblo alemán, ya entrado el siglo
XXI y con la civilización germana establecida en Mallorca, había llegado el momento de construir el vehículo ideal
para circular por la antaño isla más hermosa del Mediterráneo.
¿Pero en qué consiste fabricar un
vehículo idóneo para recorrer la sinuosa carretera que bordea el periplo de la
desolada Serra de Tramuntana? ¿Qué
coche elegiríamos para recorrer la distancia que separa Palma de Lluchmajor, o para
ir de Felanitx a Cas Concos? Y sobre todo, ¿cuál es el
automóvil con el que unos padres responsables deben acompañar a su benjamín al
cole? El dilema estaba servido.
Después de darle vueltas y más
vueltas a la cabeza, sorteando una y otra vez las cuatro esquinas que la
componen, los doce de Sttuttgart lograron el genial resultado, al que
bautizaron Porsche Cayenne (coche del pueblo balear) Turbo. 4,8 litros de cilindrada, 500
cv. de potencia y neumáticos de a seis mil euros el juego es lo mínimo que se
le debe exigir a un coche para circular por Mallorca. No tardaron en salir imitadores como
el BMW con su insuficiente X5, los AUDI Q3, Q5 Y Q7 (¿para cuándo el Q9?) o Mercedes, rozando los dos metros de anchura con la clase G. Finalmente Hummer puso la guinda con su bestial HUMMER.
Si bien las autovías mallorquinas
cumplen correctamente su cometido, permitiendo unir Palma y Manacor en pocos minutos y evitando la
tortura de recorrer y atravesar puebluchos indigestos, hay algunos barrios de
Palma, cuyas viviendas nos han costado millones, donde todavía tenemos que
hacer los deberes. Son muy inteligentes los que saben que me refiero al
exquisito Casco Antiguo. Puede
parecer delicioso vivir en primera línea del Parc de la Mar, pero a la hora de sacar mi Hummer del garaje,
créanme si les digo que envidio a mis vecinos de Eusebio Estada. Un calvario, cavallers,
un calvario.
Tengo la absoluta convicción de que
el señor alcalde de Palma, después de abolir el carril bici (lo primero es lo
primero) y de atar bien corto a sus coloradotes usuarios, tendrá a bien adaptar
determinadas calles del centro histórico para que las nuevas generaciones de la
automoción puedan circular a sus anchas. Las cercanías del carrer de Can Alonso en Can Amunt y el envoltorio del carrer Sant Felio en Can Avall,
huelga decir, deben ser absolutamente remodeladas y adaptadas a tiempos
mejores. Dejemos que la nostalgia se derrame en lágrimas de ARCA y demás onerosos, el tiempo lo
cura todo.
Algunos ciudadanos, a los que todavía
(ya estamos tardando) no se les ha privado el libertinaje de expresión, dirán
que esos abultados coches son enemigos del medioambiente por sus emisiones, que
es una sandez y una falta de respeto el dispendio de 150.000 € por un
utilitario en Mallorca y en los tiempos que corren y nos invitarán a subir a un
autobús a respirar el mismo aire que… En fin, ya saben a qué me refiero. El
astuto lector y su seguro servidor conocemos una palabra que define
perfectamente a esta escoria ciudadana: envidia, cavallers, envidia.
Octavio Capó Truyols, para ES Mascle Ros
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