martes, 5 de junio de 2012


MARCH NO ESPECULABA, BANKIA TAMPOCO


“La culpa de la crisis la tienen los especuladores y los tiburones financieros”

                                                                        Rodríguez Zapatero



El documental sobre Joan March (Verga) que repuso IB3 se inicia con el nacimiento del banquero y mostrando las imágenes del parto de una cerda y el inmediato amamantamiento de sus crías, imaginamos que haciendo referencia al mote de es porc o sa trutja que se ganó en Verga. Así lo nombraba Jordi Martí i Rosselló (Es Mascle Ros): es Porc por su actitud con la sociedad, y sa Truja porque amamantaba a jueces, fiscales, políticos y militares. El narrador del documental en ningún momento habla de un March codicioso, cínico, enfermo o psicópata. Un psicópata es incapaz de sentir afecto o piedad por el sufrimiento ajeno, en ninguna medida. Sin embargo, sí hace referencia continuada de un hombre sumamente inteligente, frío, calculador y con una gran capacidad de concentración; pero, sobre todo, inteligente. Dicha cualidad, imaginamos, se le atribuye por su capacidad para amasar una gran fortuna, cueste lo que cueste y empleando el medio más eficaz, sea cual sea. Tampoco se menciona si la necesidad y la obsesión por hacerse multimillonario son un rasgo que debe clasificarse de sumamente inteligente. Pero lo que se nos quedó bailando detrás de la oreja fue otro atributo del financiero: “Joan March i Ordinas era un gran especulador”.

Especular implica asumir un riesgo en una actuación y, consecuentemente, sufrir con la esperanza de que el resultado coincidirá en lo posible con nuestras previsiones.  Cuando hacemos una apuesta y conocemos previamente el resultado no especulamos, sino que jugamos sobre seguro, hacemos trampa. Martí i Rosselló, desde su semanario Foch y Fum, denunciaba cómo en Verga se hacía con todo el grano de una añada, lo almacenaba, esperaba (a sabiendas) el incremento del precio de dicho grano, y luego lo soltaba a cuenta gotas: es Porc. Joan March denunció a Martí y Rosselló con el conocimiento de ambos de que el periodista sería condenado, porque March tenía a todos los jueces sobornados, igual que a la clase política mallorquina: sa Truja. March jamás especuló en sus negocios porque conocía de antemano incluso la suma que iba a embolsarse. Jugar con las cartas marcadas no es especular, es engañar. Tal vez los mallorquines tildemos al singular filántropo de inteligente porque hemos asumido que el que engaña es listo, mientras que el engañado es un botarate. No conocemos nada más.

También creíamos que los bancos especulaban, que asumían riesgos con la esperanza de obtener beneficios, y que si les salía torcida la jugada, como cualquier hijo de vecino, asumían la pérdida y mañana será otro día. Ahora sabemos que no. Ahora sabemos, gracias a Bankia, que los bancos tienen libertad de antemano para llevar a cabo cualquier operación disparatada porque está legalmente cubierto por su contrincante, que es su cliente. Mientras los bancos se tambalean sus ejecutivos cobran jubilaciones, despidos y planes de pensiones que ningún otro sector se atrevería a barajar; es imposible imaginar a un Escarrer, Barceló o Fluxà pagar semejantes sueldos a sus mejores ejecutivos por muchos beneficios que éstos logren para sus empresarios, y menos aun si terminan el balance con pérdidas. A la puta calle.

Tal vez saquemos algo positivo de la desvergüenza de Bankia. Tal vez siente un precedente. Me explico. Pongamos por caso que usted es propietario de una tienda de vinos cuyos resultados han sido desastrosos, nefastos, devastadores, vergonzosos. Pongamos que usted, antes de cerrar el negocio y dar la inversión por perdida, se adjudica una pre-jubilación millonaria y despide a su mujer indemnizándola con un dinero que no tiene. Pongamos que inmediatamente exige al gobierno que asuma la catástrofe de su vinoteca y que bien, que la intervenga. Si el gobierno le manda a hacer puñetas, demándelo, porque el abogado de usted ya tiene un argumento a su favor: “¿y Bankia?”.

Hemos aprendido a demonizar al especulador, cuando nosotros no hacemos otra cosa desde que nos levantamos y hasta la noche. Especulamos al dejar la gabardina en el armario, especulamos cuando nos apuntamos a un gimnasio, especulamos cambiando de panadero, especulamos al entrar en un cine, si compramos un libro, tirándole los tejos a una mujer, aceptando una oferta de trabajo, ¡casándonos! No especulamos al ir a votar, nos suicidamos cada cuatro años.

Rodríguez Zapatero volvía a equivocarse en la cita del encabezamiento, porque existen unas leyes que dan vía libre a banqueros y grandes grupos de finanzas para que jueguen aventajados sobre sus competidores, que siempre pierden y somos nosotros.

Al que le quede un rasgo de dignidad sólo le queda una: levantarse y decir basta. A hostias, por supuesto.



Octavio Capó Truyols                                             Es Mascle Ros

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