miércoles, 11 de julio de 2012


JAIME I Y EL ORIGEN DE EMAYA


¿Qu’est-ce que est ceci? ¿Eau pour chaque foyer, pour tous les citoyens ? Eau gratis, Dis-vous à moi. Mettons fin à cette aberration avant que les soldats se percaten et m’exigent tel fou privilège?

                                                                                                   Jacme I

 

¿Alguna vez han visto cortado el suministro de agua de sus domicilios por impago de varias facturas de EMAYA, bien por despiste, dejadez o simplemente tratando de burlar la buena fe de nuestros administradores? Pillastres, ladronzuelos, incívicos ciudadanos. Auque les parezca mentira, este duelo entre el proveedor de aguas y los ciudadanos empezó hace casi ochocientos años...


Cansado de tanto zarandear su espada a diestro y siniestro y puesto que ya no encontraba tronco de mallorquín que se prestara a sostener su propia cabeza, Jaime I El Conquistador se tomó un respiro. Incapaz de reprimir la sonrisa en su semblante ante el espectáculo de la sangre mallorquina desparramándose por las calles de Madîna Mayûrqa, el rey aragonés se percató de una característica particular de aquella, para él, nueva ciudad: su impresionante infraestructura hidráulica.

 

Ajeno a los resquicios de la batalla, Jaime I siguió el sendero que le señalaba el río, apenas ocho kilómetros a las afueras encontró su origen en una fuente que brotaba abundante agua, posteriormente nombrada Font de La Vila; se trataba, pues, de un torrente situado a las afueras de la ciudad amurallada, y no de un río. Reinició el camino, esta vez en dirección a la ciudad, y contó ocho molinos. Le parecieron pocos. Observó que durante el trayecto el torrente regaba un extenso huerto, que se le antojó excesivo. La sorpresa vino más tarde, al llegar a las puertas de la muralla. El rey Jaime no daba crédito a lo que veían sus ojos. Las murallas contenían acequias que distribuían agua a toda la ciudad. No sólo las mezquitas y los cinco baños árabes se abastecían del caudal de aquel tímido torrente, sino también cada edificio, e incluso la más pequeña casa particular tenía su fuente y cada huerto su estanque. Es más, los últimos lugares adonde llegaba el agua eran las mezquitas y los baños y no al revés, que sería lo lógico.

Si aquello le pareció sorprendente, puesto que nunca había visto sacarle tanto provecho a un torrente de tan limitado caudal, estupefacto se quedó al buscar los libros del repartimiento y derechos de distribución de aguas de Madîna Mayûrqa: ¡no había! ¿Cómo se las arreglaban, pues, los mallorquines para distribuir el agua y cobrar los pertinentes aranceles sin anotar los abonos y los morosos en libro alguno? El pobre rey sufrió una angina de pecho (no documentada) al percatarse que el derecho al agua era gratuito y debió guardar reposo unos días hasta recuperarse.

Por lo visto, y de eso tardarían años en enterarse los nuevos pobladores, las acequias construidas por los mallorquines a partir de la Font de la Vila, así como el número de molinos movidos por el curso del agua potable (Enelamir, en mallorquín antiguo), no eran en absoluto arbitrarios, sino que estaban diseñadas a partir de un cálculo de la media del agua que manaba la fuente, los metros cuadrados de huerta con que contaba Madîna Mayûrqa y la cantidad de pobladores de la ciudad, de modo que la carencia no la padecieran las casas antes que los baños y las mezquitas. Además, cada hogar aprovechaba el agua de la lluvia y la llevaba a su aljibe. Grandes ingenieros éramos los mallorquines en época de Isâm al-Kkhawlâni, allá por el siglo XII.

Durante los días de reposo, tras la angina de pecho, obtuvo el rey consejo de los obispos que le acompañaban y su pertinente consuelo: nadie debía percatarse de tal derecho del pueblo llano sarraceno y, por tanto, el repartimiento de los derechos sobre el agua debía llevarse a cabo de  inmediato.

Como la palabra “equitativo” no existía por aquel entonces, o se fue a la tumba con Jesús de Nazaret, Jaime I repartió los derechos del agua entre unos pocos señores feudales, guardándose él la mayor parte, como debe hacer un rey cristiano que se preste; otra porción importante fue a parar a la Iglesia, a la “santa” Iglesia.

Tal que haríamos en la actualidad si nos encontráramos con una nave espacial abandonada, los pobladores cristianos no sabían cómo hacer funcionar aquel prodigio de ingeniería mallorquina. Así que procedieron a construir más molinos, tan necesitados que estaban de pan aquellos infieles. Los molinos frenaron la corriente y mermaron el abastecimiento del agua, secando pozos y matando huertos. Además, los señores feudales que llegaron con la bandera cristiana se negaban en redondo a compartir el agua, ahora de su propiedad, a menos que se abonara un canon. Así, la mala repartición forzó una nueva en porciones más pequeñas, y luego otra, y más tarde otra más. Las disputas por el agua y la disminución de terreno cultivado, además de la sed y la desesperación de los menos afortunados, continuó durante 150 años, hasta 1381.

Anteriormente, en 1356, Guillem Llagostera, había tratado de frenar las disputas creando el Col.legi i Casa de l’Horta; su empeño fracasó, pero la institución perduró hasta nuestros días. En 1381, el gobernador Francesc Sagarriga puso fin a las disputas por el agua (algo impensable durante la predominación musulmana, lo de las disputas). El llamado Proceso Sagarriga celebrado en los Jutjats de Mallorca fue tedioso y está perfectamente documentado. El propio gobernador acusó al rey de abuso desmesurado en la repartición de aguas. Cuán difícil ha resultado repartir durante estos ochocientos años, ¿verdad?, y cada vez más.

 

La feudalización del agua continuó y ya en 1848 la institución pasó a llamarse Sindicato de Riegos de la Huerta de Palma. Hoy, como todos sabemos, la broma se llama EMAYA, ésa que tantas veces ha justificado un aumento de la factura a causa de la sequía y que jamás ha abaratado el agua cuando el año ha dado abundantes lluvias. EMAYA se ha caracterizado también por su conducta impecable en la repartición de puestos de trabajo, siempre teniendo en cuenta la cualificación de los trabajadores y en absoluto su afiliación política.



Octavio Capó Truyols                                           Es Mascle Ros


No hay comentarios:

Publicar un comentario